viernes, 30 de diciembre de 2011

Las cuentas de la Casa Real: un éxito de comunicación, un fallido ejercicio de transparencia

Vuelvo al blog y lo hago con una honorífica ‘matrícula de honor’ para los periodistas que dirigen la comunicación de la Casa Real. Las incómodas nubes, la persistente lluvia y el previsible largo temporal que supone el caso Urdangarin son toda una lección de comunicación de crisis. Es apasionante seguir todas y cada una de las maniobras de los responsables de Zarzuela para lidiar con la publicación de las ‘poco ejemplares’ urdimbres del yerno perfecto. Llegado el día de los Santos Inocentes, no puedo nada más que rendirme a los pies de la persona que haya diseñado el tempo de esta estrategia de comunicación. Hago memoria con una acción concreta: cuando el conocimiento acerca de las maniobras del ex jugador de balonmano competían con el bochorno y el fango, la Casa Real anunció su primer paso hacia la Monarquía Abierta (#oMon): se iban a mostrar las cuentas anuales del Rey. Se anunciaba su publicación como antídoto al deshonesto comportamiento que traslucían las publicaciones sobre Urdangarin. Cayó una lluvia fina que tachaba a la Casa Real de oportunista. La maniobra, con sus previsibles carencias, ha encajado varias piezas con un solo movimiento.

Para empezar, la Monarquía española necesitaba ‘actualizarse’ desde hace tiempo en comparación con sus homónimos europeos. No era de recibo que desde 1979 no se conociera la composición de los sueldos de la Familia Real. A su vez, en época de crisis y con el caso Urdangarin supurando, era obvia la necesidad de un baño de honestidad para acercar la Casa Real a la ciudadanía. Pero, ¿cuándo y cómo hacerlo? El equipo de periodistas del Rey tenía claro que hacer pública la nómina de Juan Carlos, el Príncipe y otros dispendios reales iba a generar una respuesta negativa ante sus elevadas cuantías. Por eso, se escogió ‘la estrategia de las hogueras’, que tantas veces me recuerda un compañero de profesión: “Si mezclas el humo de una noticia con el que generan otros incendios, al final el humo de tu ‘marrón’ se acaba dispersando entre otros ‘marrones”. Si se analiza el momento de publicación de las cuentas, no es difícil darse cuenta de que en la última semana del año el personal está de comilona en comilona y, para colmo, al final de la semana esperaba el primer ‘tijeretazo’ del Gobierno de Mariano Rajoy (“El inicio del inicio”). De ‘matrícula de honor’. La prueba del algodón de este éxito de comunicación está en el impacto de la noticia: han pasado dos días y ya nadie habla del estratosférico sueldo del Rey, ni de otros temas relacionados con sus cuentas.

En general, se ha aplaudido la publicación desglosada, que no detallada, de las cuentas de la Casa Real. Sin embargo, la transparencia monárquica (#oMon) no se parece mucho a la transparencia de un Gobierno Abierto (#oGov). Varios matices técnicos, que no éticos o económicos –darían para un post-, sobre estas cuentas:

En conclusión, a una acertada maniobra -una cortina de humo- le sigue un fracaso en transparencia. En el reverso, la publicación de las cuentas a duras penas va a mitigar el daño que está generando el caso Urdangarin. Es más leña para el incendio antiborbónico. En una España que es más ‘juancarlista’ que monárquica no se comprende la persistencia de una institución cuyo papel en la sociedad contemporánea no dista mucho del cometido de sus réplicas en el Museo de Cera. Esta circunstancia, lógica por la pátina del tiempo, en sí encierra una pequeña injusticia: a Juan Carlos I la sociedad española y, en especial, las generaciones nacidas a partir de la Transición nunca le sabremos reconocer lo suficiente su papel en el 23F. Quizá, sin el Rey, este blog no gozaría de la libertad de la que disfruta el que suscribe. No por ello, la Casa Real debe ‘flotar’ en las portadas del ‘Hola’ y los comentarios de la ‘prensa rosa’. Tiene que sumergirse en la vida real. Es el momento del relevo.


Rubén Vinagre: ahora estoy escuchando "Alive", Pearl Jam.

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